La contraofensiva ucraniana desde Járkiv se acerca a la frontera rusa

Guerra en Europa

This photo released on May 10, 2022 by the Azov regiment shows an injured Ukrainian serviceman inside the Azovstal iron and steel works factory in eastern Mariupol, Ukraine, amid the Russian invasion. (Photo by Dmytro 'Orest' Kozatskyi / various sources / AFP)

Un soldado amputado, en los sótanos de la acería Azovstal, en Mariúpol, en una imagen distribuida por el regimiento Azov

DMYTRO 'OREST' KOZATSKYI / AFP

El Estado Mayor ucraniano celebraba ayer la liberación de un nuevo enclave –el quinto en los últimos días– al nordeste de Járkiv, en la rápida contraofensiva que está llevando a cabo, no solo para alejar a las tropas rusas de la ciudad sino, sobre todo, para tratar de cortar la principal línea de suministros que discurre desde Belgorod, en Rusia, y abastece a los contingentes que luchan en el Donbass. La contraofensiva está siendo rápida, en efecto, y se acerca a la frontera rusa, pero el presidente Zelenski ha pedido a la población que no genere una “presión emocional” sobre las fuerzas armadas en espera de victorias rápidas.

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En el frente sur, en cambio, nada es seguro. Posad-Prokovske es la última población al sur de Mikolaiv en control de las fuerzas ucranianas. Es una posición estratégica para detener el avance de las tropas rusas hacia Odesa, el principal puerto del mar Negro. Días atrás, un general ruso recordó que la intención de Moscú sigue siendo controlar los puertos sobre el mar Negro. Su defensa depende de este frente.

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Los ladridos de los perros dejados a su suerte por los dueños y las explosiones son lo único que interrumpe el silencio de Posad-Prokovske, a menos de 30 kilómetros al noroeste de Jersón, la primera ciudad ucraniana que cayó bajo el control de las fuerzas rusas. La aldea de Posad-Prokovske fue recuperada por los ucranianos en marzo, cuando lanzaron una ofensiva para cerrar el avance de las tropas rusas hacia Mikolaiv. Actualmente los han hecho retroceder más de 40 kilómetros. De perder esta ciudad de medio millón de habitantes, el acceso de Ucrania al mar habría quedado comprometido. Un escenario fatídico para el Gobierno de Kyiv, que desde el comienzo de la segunda fase de la guerra –cuando su atención se centraba en la defensa de la región del Donbass– ha presenciado cómo Moscú vuelve a apuntar sus fuerzas hacia Odesa. Esta vez con ataques aéreos.

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“Hoy la situación en este frente es estable. El enemigo está tratando de atacar a nuestras fuerzas, pero gracias a nuestros hombres los hicimos retroceder”, explica el coronel Yuri Kruvko, comandante adjunto de la Brigada Mecanizada 28, que tiene a cargo la defensa de Mikolaiv. La tarde en la que lo encontramos en Posad-Prokovske, el coronel realizaba un recorrido por las calles del pueblo, algunas de ellas dañadas. En una corta conversación, explicó que las tropas rusas llegaron a estar a dos kilómetros a comienzos de abril; en los últimos días han logrado replegarlos. Pero no es fácil. El enemigo tiene toda clase de armas: “Tanques, cohetes antitanques… Muchas, muchas armas”. Incluso estos hombres reconocen que la táctica ha cambiado. Si antes avanzaron con tanques, ahora atacan fuertemente con diferentes clases de artillería para luego moverse por los frentes con pequeñas unidades.

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Un herido siendo tratado por personal médico en los sótanos de la acería Azovstal, en Mariúpol, en una imagen distribuida por el regimiento Azov. 

DMYTRO 'OREST' KOZATSKYI / AFP

“La diferencia es que nosotros somos los locales y ellos los invasores. Muchos de ellos están desmotivados y no quieren luchar hombre a hombre”, asegura Vitali, que lleva enfrentándose a los rusos desde el 2014 en la región del Donbass. Tenía 19 años cuando estuvo en un frente de batalla por primera vez y está acostumbrado al comportamiento del enemigo. Cuenta que cuando llegaron a Posad-Prokovske entraron a las casas y robaron algunas cosas. “Cuando regresamos encontramos todo destruido en el interior, no por los ataques sino porque ellos acababan con todo”, dice Vitali sobre las posiciones en la entrada del pueblo, hoy prácticamente abandonado. Al igual que la vía principal que conduce de Mikolaiv al puerto de Jersón.

Solo unas cuentas personas han decidido permanecer en sus casas

Solo unas cuentas personas han decidido permanecer en sus casas, como en otras poblaciones del norte de la provincia de Jersón que han optado por quedarse. Muchos incluso han aprendido por acostumbrarse a los bombardeos, como Natalia, que dice que se quedó porque no quiere perder su casa. Cuando se oye una explosión, ella ni se inmuta. “Es nuestra vida diaria”, dice.

En Jersón capital esa guerra que presencia Natalia no existe. Los rusos intentan imponer sus reglas entre la población. De 290.000 habitantes, actualmente permanece en la ciudad alrededor del 40%, y muchos otros estarían intentando escapar a pesar de que el ejército ruso parece haber cerrado las vías de acceso a la ciudad. Muchos han lanzado campañas de protesta contra el nuevo gobierno impuesto por los rusos, que desde el primero de mayo empezaron a introducir el rublo como moneda oficial. La agencia de noticias rusa Tass citaba ayer una fuente de la administración cívico-militar de Jersón que aseguraba que para el final de año planea pedirle al presidente Vladímir Putin que la incorpore a Rusia.

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